22/2/13

Un "doodle" por: Edward Gorey




Hoy, el “doodle” de Google nos recuerda que se cumplen 88 años del nacimiento de Edward Gorey (22 de febrero de 1925 – 15 de abril de 2000), escritor y artista estadounidense poco conocido y reconocido por aquí. Personalmente, lo encuentro fascinante.
Gorey fue un niño prodigio que se convirtió en un adulto excéntrico amante de los gatos, el ballet, la literatura y el cine. En 1953, a la vez que trabajaba como ilustrador de portadas de reediciones de clásicos modernos en la editorial Doubleday, escribió su primera historia The Unstrung Harp (“El arpa muda”), pero no obtuvo el apoyo de las editoriales. Ni corto ni perezoso creó su propio sello, Fantod Press, e hizo ediciones artesanales de sus libros, demostrando ser tan artista como emprendedor.
A lo largo de su carrera ganó un premio Tony (1987) por el vestuario de la obra de Broadway Drácula, el Institude of Graphic Arts Award (1972) por Amphigorey, y por sus diseños en general, el World Fantasy Award en dos ocasiones (1985 y 1989) y el International Horror Guild Art Award (1999).
Su fascinación por el siglo XIX, especialmente por las etapas victoriana y eduardiana, se deja sentir a lo largo de su obra, cargada de elementos macabros, místicos, extraños, absurdos, transgresores y sublimes al mismo tiempo: “Por algún motivo mi misión en la vida consiste en producir la mayor incomodidad posible, porque así es el mundo”. Sin duda lo consiguió, especialmente en los relatos sobre niños, como Los pequeños macabros, en el cual muestra una serie de finales prematuros por orden alfabético: “No sé si de verdad recuerdo cómo ser niño. En mi obra uso mucho a los niños, porque son tan vulnerables…”. Su escritura se caracteriza por el perfecto equilibrio de la prosa poética que juega con las palabras y sus significados, que desconcierta al lector.
Gorey vivió solo en New York hasta 1983, cuando murió su admirado coreógrafo George Balanchine, su principal estímulo cultural. Se trasladó entonces a una casa de dos siglos de antigüedad en Cape Cod (Massachusetts) que llenó con sus pasiones, y murió tan solo como había vivido. Hasta el final se dedicó a escribir, dibujar y crear títeres y marionetas para pequeños teatros. Publicó en vida más de cien libros y dejó otros setenta escritos pero sin ilustrar.
“Los surrealistas pensaban que no había nada más misterioso que la vida cotidiana. Estoy de acuerdo. La vida cotidiana es desconcertante”.


15/2/13

Donde viven los monstruos





A veces, sucede a medianoche que crece un bosque en mi habitación y me adentro en él para olvidar, para correr, para reír, para soñar…
Donde viven los monstruos, Maurice Sendak, 1964. Tal vez uno de los primeros álbumes ilustrados, aunque no de forma explícita; pero como el mismo autor reconoció:
 "A pesar de que cuando escribo no tengo a los niños presentes en mi mente, descubrí hace tiempo que ellos son la mejor audiencia”.
El libro fue una revolución en su época, pero Sendak no se dejó intimidar:
“Hay toda una teoría relativa a la infancia de la cual todos parten y cuando se trata de un libro ilustrado, tratan de descubrir si se han seguido las 'reglas' acerca de lo que se supone es correcto y saludable para los niños. (…) Los niños son mucho más universales en sus gustos y pueden tolerar ambigüedades, peculiaridades y cosas ilógicas. Llegan a su inconsciente y las enfrentan lo mejor que pueden.
La ansiedad proviene de los adultos que sienten que el libro debe acatar un conjunto ritual de ideas acerca de la infancia, y se sienten inquietos si este acatamiento no se cumple. Un conflicto muy importante se suscita porque el artista no tiene en cuenta reglas específicas. El artista tiene que ser un poquito desconcertante, un poquito salvaje y un poquito desordenado. Este es el arte de un artista. Pero los artistas tienen dificultades porque se involucran en uno de los negocios más estirados, más rectos: el negocio de la infancia.
Muchas personas están empeñadas en proteger a los niños de lo que creen peligroso. El artista genuino tiene la misma preocupación. A pesar de esto su obra puede no responder a lo que los especialistas manifiestan que es correcto para los niños. El artista pone elementos en su obra que vienen de lo más profundo de sí mismo. Los toma de una vena peculiar de su infancia, siempre abierta y viva. Este es un don especial. Él comprende que los niños saben más de lo que la gente supone. Los niños están dispuestos a enfrentarse con temas dudosos que los adultos quisieran que no conocieran.
Si un libro no sigue el trayecto de lo que el especialista considera correcto, es un mal libro para niños. De manera que los que hacemos libros ilustrados somos condenados más fácilmente que otros artistas creadores porque tratamos con sujetos tan delicados: los niños. Nosotros debemos proteger a los niños y sin embargo no están protegidos de otras cosas. No están protegidos de la terrible televisión. Nadie los protege de la vida porque es imposible hacerlo. Todo lo que tratamos de hacer seriamente es hablarles acerca de la vida. ¿Qué hay de malo en esto? Y, de todas maneras, ya saben de la vida."
De hecho, tenía las cosas muy claras:
“El elemento básico es la honestidad. Sobre cualquier texto que se trabaje, sea realista, fantástico o de ciencia ficción, debe comenzarse con una base de honestidad. Se debe decir la verdad al niño acerca del tema tanto como sea posible, sin mitigar esta verdad. Hay que reconocer que los niños son personas pequeñas y valientes que se enfrentan cada día a una multitud de problemas, tal como los adultos; que no están preparados para muchas cosas y que la mayoría anhela encontrar un poco de verdad en alguna parte.”
Muy recomendable su lectura y reflexión, porque la escasez de texto no es sinónimo de falta de contenido; también ver la película. Delicioso. Hay que ser un genio para hacer un retrato tan sencillo y exhausto sobre la infancia, los miedos, la huída, los sentimientos encontrados, la imaginación y el retorno. Lo que podríamos llamar un todo en uno.



10/2/13

Sucede a medianoche






Sucede a medianoche, en medio del silencio, que las ideas se escuchan con más claridad, y si no las acallas con el sueño, las ideas te persiguen.
Sucede a medianoche que el deseo de hacer lo que parece un error a mediodía es más fuerte, y si no lo reprimes con el sueño, el deseo te persigue.
Sucede a medianoche, cuando estás sola, que tienes ganas de hablar más de la cuenta, y si lo evitas con el sueño, las ganas te persiguen.
Sucede a medianoche que siempre estoy despierta.
Toc, toc, toc, ¿hay alguien más ahí?