4/9/13

Estonia y Finlandia



La perigrinación hacia el norte del planeta siguió según lo previsto: todos más caro y más turistas por todas partes. El frío y la lluvia hicieron finalmente su aparición junto con otros imprevistos. Todo esto, sumado al “cansancio” de más de dos semanas de viaje se tradujo en unos días algo apáticos, con pocas ganas de hacer nuevo descubrimientos.
Consejo estrella para salir de Riga: comprobar si el destino elegido está en la ruta hacia Tallin, si es así, comprar el billete con antelación porque siempre se llenan. Hasta el momento no habíamos tenido ningún problema en hacerlo antes de que saliese el bus, así que nosotros ni siquiera nos lo habíamos planteado, pero vaya cara de bobos se nos debió quedar cuando la “amable” señorita” de la taquilla nos dijo que estaba todo llenos hasta 4 horas después.

En Estonia visitamos sólo dos ciudades. La primera, Parnu, en la costa; con intención de pasar un día en la playa. No pudo ser, tanto por el retraso como por la lluvia; pero tuvimos la suerte de que justo ese día se celebrase el festival Augustiunetus, algo así como “La noche de las artes”, por lo que pudimos callejear toda la noche entre espectáculos, mercadillos, puestos caseros de comida, conciertos…
Después fuimos a Tallin, que es preciosa, pero está tan invadida por los turistas (sobre todo por las mañanas que debe ser cuando llegan los cruceros) que es difícil incluso andar. Esto nos animó para alejarnos del centro histórico y visitar barrios más “auténticos” que también tienen su encanto.

El viaje terminó en Helsinki, que nos sorprendió gratamente desde el momento que salió el sol, porque las lluvias torrenciales y los 12º que nos recibieron no animaban mucho a conocer la ciudad. Lo mejor: el mercado de pescado y fruta en el puerto, para comer “bueno, bonito y barato”; la fortaleza de Suomenlinna y descubrir que “los Moomin” son toda una institución nacional.



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