13/12/13

El Mago de Oz

Hace mucho tiempo, no recuerdo exactamente cuando, leí que los zapatos de Dorothy en El mago de Oz no eran rojos en el libro de Baum, sino de plata. El engaño, que comenzó con la famosa película de la Garland, se había extendido hasta el cuento versionado que me trajeron los Reyes cuando tenía unos 7 años, ese me llevaba a todas partes, que me servía como diario secreto, libro de hechizos, hoja de cuentas, soporte para hacer diseños de moda o lo que fuese.
En fin, investigando un poquito (pero muy poco, gracias Google), supe que los habían cambiado porque no resaltaban lo suficiente en contraste con las baldosas amarillas, era la segunda película que se realizaba en Technicolor y no todos los colores tenían la misma nitidez.
Desde ese momento había querido leer el libro original, y ya lo he tachado de mi lista. Es un cuento maravilloso, y no tan orientado al público infantil como se pueda pensar porque tiene moralejas que sólo un adulto podría encontrar.

 “- No sé donde está Kansas. Nunca he oído hablar de ese país. Pero dime, ¿es un país civilizado?
- ¡Sí, claro! –se apresuró a contestar Dorothy.
- Ahí tienes la explicación. Creo que en los países civilizados no quedan brujas ni brujos, ni hechiceras ni magos. En cambio, ¿ves?, el país de Oz nunca llegó a ser civilizado, porque vivimos totalmente apartados del resto del mundo. Ése es el motivo de que aún haya brujas y magos entre nosotros.”

El maravilloso mago de Oz, Lyman Frank Baum.
En mi edición de 2013 del Círculo de Lectores las ilustraciones son de Jùlia Sardà.




1 comentario: